El comienzo
Érase una vez, una jovencita muy tímida e inocente que vivía en un pueblito de Extremadura.
La vida pronto le puso barreras que tuvo que derribar, por lo que se vio obligada a cambiar de ciudad y forjar un carácter fuerte y luchador.
Un buen día, al mirarse en el espejo, observó cambios en su rostro. Comenzó a sentir hormigueo, dolor, quemazón… y pronto la desesperación la inundó.
Emprendió un largo camino de búsqueda de respuestas hasta llegar al dermatólogo que le dio sentido a toda esa andadura.
Mi enfermedad se llamaba Rosácea.
Siempre presente
Analizando todo este tiempo, puedo confesar que esos años, casi pierdo la batalla dejándome arrastrar por el estrés, la ansiedad y el miedo.
En muchas ocasiones eclipsó vivencias importantes en mi vida, de las que no pude disfrutar plenamente. Otras tan solo coartaba momentos en sociedad y hacía que me aislase más y más.
Tanto es así, que esta enfermedad tomó excesivo protagonismo en uno de mis días más inolvidables, mi boda. A pesar de esto, sí, fui una novia feliz aunque con brote de rosácea por toda la cara. Pese a la presión social de llevar una piel perfecta en ese día tan señalado, conseguí que no me afectara.
Inflexión
Sé fuerte
Desde entonces, Rosácea y yo caminamos de la mano. He asimilado que un día me dijo "hola" y que desde ese momento sería mi compañera de vida.
Años después, convivimos mostrándonos al natural, sin ataduras, sin miedos, formando un equipo de resiliencia y empoderamiento personal.
Juntas somos el mejor combo para afrontar la vida tal y como se presente.
Gracias Rosácea, pues gracias a ti he descubierto mis pasiones y me ha devuelto a la realidad de creer en mí.
¡¡Seguimos luchando, compañera!!
Los primeros años, se manifestaba en meses puntuales, una o dos veces al año. En cambio, más tarde no cesaba y apenas tenía tiempo de recuperarme cuando comenzaba un nuevo brote, incluso me afectó hasta el ojo.
En mi afán por encajar en esta sociedad, decidí formarme como maquilladora profesional para ocultar mi imagen, y con ello, mis miedos e inseguridades.
Pero un día, todo mi castillo de arena se derrumbó. Rosácea estaba más rebelde que nunca y se hacía incontrolable.
Esto generó un cambio en mi persona y me motivó a buscar información para poder llegar a entenderla y priorizar en mi salud.
No es lo que los demás ven, es lo que tú sientes. Las sensaciones hacen que afloren sentimientos que sólo tú eres capaz de entender.