A los 27 años, fui diagnosticada con rosácea. Una enfermedad crónica que afecta al rostro y a la autoestima.

Siempre me había gustado el mundo de la belleza y por mi miedo a no encajar ante los cambios que estaba experimentando mi reflejo en el espejo, me formé como maquilladora profesional para poder así camuflar mis miedos y frustraciones.

Cansada de ver perfiles superficiales en donde la vida es una utopía, empecé a investigar todo lo que abarcaba la enfermedad y de ahí surgió la necesidad de compartir con más personas todo lo que iba descubriendo.

Mi inquietud me lleva a buscar el conocimiento en otras materias, como por ejemplo la dermocosmética o el conocimiento de la piel, indagando más sobre la enfermedad en sí.

 

Al echar la vista atrás, ahora veo mi vida como:

• 9 años con rosácea. 9 años de brotes de dolor, quemazón,... 9 años de lágrimas y esconderte para ocultar cómo eres.

• 2 años mostrándome tal cual soy, una mujer luchadora, soñadora y fuerte, que sueña con un mundo mejor, en el cual valoremos a las personas por cómo son, no sólo por su aspecto.

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Hoy expongo la enfermedad, sin miedos, sin filtros. La vida con sus altibajos. Soy una persona real.

A veces, vivimos tan rápido que nos olvidamos de nosotros mismos. Es una reflexión que ha llegado a mi mente tras enfrentarme a mi rutina diaria y ver cómo día a día me olvidaba de mí y me centraba en cosas circunstanciales.